miércoles, 16 de octubre de 2013

¿Quién en detalle pertenece a nuestra familia?

Extracto de una conferencia de Hellinger en Hannover, 2009.


En primer lugar, debajo de todo, los niños, todos los niños, también los que nacieron muertos, los abortados, todos pertenecen a la familia. En segundo lugar, un escalón más arriba, los padres y sus hermanos. Sólo sus hermanos, no sus cónyuges. Sólo pertenecen a la familia los hermanos de sangre de los padres, los tíos y las tías. En tercer lugar, en el escalón siguiente, están los abuelos, sólo los abuelos, sin sus hermanos, a pesar de que aquí pueda haber excepciones. En cuarto lugar, en el próximo escalón más arriba, a veces uno u otro de los bisabuelos. Esto es relativamente fácil de entender: se trata de los parientes sanguíneos.

Pero también otros pertenecen a la familia: todos los que en esa familia han hecho lugar a otros. Ellos son, por ejemplo, parejas anteriores de los padres y los abuelos. Ellos le hicieron lugar a los que vinieron después, también a los niños que vinieron más tarde.

Aquí podemos ver lo que ocurre cuando parejas anteriores son rechazadas. Se los juzga mal, se les hacen reproches. Aquí ustedes pueden ver como esto repercute en la familia. Bajo la influencia de ese campo espiritual, esa alma común, esa pareja anterior será representada más tarde, cuando esos cónyuges vuelvan a casarse y en el próximo matrimonio o relación tengan hijos, por un niño. Siempre. Nunca he visto una excepción.

Ahora mírense a ustedes mismos y a la gente que conocen. Cuando los padres se sorprenden de un niño que se comporta de modo extraño ustedes pueden ver con frecuencia que ellos representan a una pareja anterior. 

Un amigo mío me contó que su pequeño hijo de cuatro años con frecuencia los saca de quicio a él y a su mujer. Esto puede pasar en cualquier momento. El me preguntó: “¿Qué puedo hacer?” Bien, yo lo conozco a él. Le dije: “¿Tú estuviste casado una vez?” El me contestó: “Sí, y mi mujer también” Yo le señalé: “¿No te das cuenta que él está representando a tu anterior pareja?” Entonces le di un consejo: “Cuando tu hijo intente otra vez sacarlos de quicio mira por encima de él a tu primer mujer con amor. Y también con amor al primer marido de tu mujer. Que ella haga lo mismo contigo. Que mire por encima de vuestro hijo a las parejas anteriores”. Después de cuatro semanas lo volví a encontrar. El me dijo: “Ayudó”. Así de sencillo es cuando comprendemos las leyes del amor que dominan en este campo. Nadie puede infringirlas. Nadie puede alzarse por sobre ellas. Ellas son leyes de la vida.
Por consiguiente, aquellos que han hecho lugar a otros también pertenecen a la familia: anteriores relaciones de los padres y los abuelos. Pero también otros a través de cuyo sufrimiento la familia obtuvo un beneficio. Cuando alguien, por ejemplo, cae en la guerra y su hermano recibe la herencia él pertenece a la familia. Esto sucede dentro del entorno familiar. Pero si una familia tuvo un único hijo que murió en la guerra y ellos dan toda la herencia a otras personas, a otra familia, entonces ese hijo pertenece a esa otra familia. Mientras él no sea incluido en esa familia ellos no podrán conservar la herencia. 

Esto yo lo vi en America en familias que se habían vuelto ricas gracias a los esclavos. De pronto un niño se comporta como un esclavo, expulsado, no perteneciente. O en familias que se habían vuelto ricas a través de empresas peligrosas, como por ejemplo, la construcción de ferrocarriles. En esos tiempos la construcción de líneas férreas era muy peligrosa e implicaba un alto costo en vidas humanas. Muchos de los que allí trabajaron murieron. Yo conocí a una persona que venía de una familia que había construido el tren de Canadá a Boston. El se comportaba como alguien que no pertenece a la familia. En la constelación quedó claro que él se identificaba con esos muchos muertos. Cuando ustedes ven a las familias muy ricas y lo que sucedió con ellos y a veces se sorprenden, ahora ya no necesitarán sorprenderse más. 

La ley de la jerarquía en nuestra familia

¿Todavía pueden? No es tan sencillo lo que estoy diciendo hoy. Yo hablé de una ley que domina este campo. Todos los que pertenecen tienen el mismo derecho a pertenecer. En este sentido nadie es mejor ni nadie es peor. Una segunda ley, también una ley férrea que cuando no la respetamos trae consigo muchas enfermedades y catástrofes dice: Quien estuvo primero en ese campo tiene prioridad sobre aquellos que vienen después de él.
Esto suena muy sencillo. Pero miren a los niños, vean lo que ellos hacen, como se rebelan contra sus padres, como se hacen cargo de cosas que les corresponden a sus padres, como quieren salvar a los padres, incluso cuando de esta manera ellos se enferman. Todo eso son transgresiones de esa ley. En los hechos se evidencia en algunas frases fundamentales que la persona dice interiormente. Un niño, por ejemplo, lo dice en la familia. La frase es: Yo te sigo en la muerte. A menudo un niño quiere seguir a su madre muerta. 

También una madre quiere a veces seguir a su niño muerto. Entonces ella se comporta como si fuese pequeña y el niño grande. El niño adopta entonces el lugar de la madre. Ese es uno de los lados. No es que alguien lo actúe cada vez. La persona sólo lo siente y esto tiene consecuencias sobre su salud y sobre su estado de ánimo. Cuando más adelante ese niño a su vez tiene hijos, esos niños sentirán que la madre o el padre quieren morir, sienten que ellos quieren seguir a alguien a la muerte. ¿Qué dicen entonces? “Yo en tu lugar”. Lo vemos por el ejemplo en la anorexia. Esto resulta muy evidente. En su corazón el anoréxico dice: “Mejor desaparezco yo antes que tú”. ¿Quién? Habitualmente el padre. Esta es la dinámica que actúa detrás de la anorexia. Ella alardea. Quiere hacer algo para salvar al padre y con frecuencia muere. Esta es una dinámica frecuente que conduce a la enfermedad. Otra dinámica que está relacionada con esto es: “Yo expío”. Esto es arrogancia. La expiación es una arrogancia. ¿Qué sucede con la expiación? Cuando alguien es culpable de haberle hecho algo a otro, por ejemplo cuando ha causado un accidente de tránsito en el cual alguien perdió la vida, él expía por ello. Muchas mujeres, por ejemplo, expían también por un aborto.
¿Qué hace el que expía? ¿Mira al que resultó dañado? No, él se mira a sí mismo. La expiación lo alivia, ella es completamente egoísta. Pero ella conduce a enfermedades, a accidentes y con frecuencia al suicidio. ¿Qué hacemos entonces cuando sentimos dentro de nosotros esa necesidad de expiación? Vamos con el amor del espíritu. ¿Qué quiere decir esto? Supongamos que hemos causado un accidente de tránsito: Miramos con el amor del espíritu a aquel que ha perdido la vida. ¿Qué debemos percibir y reconocer? La muerte no estaba en nuestras manos. Eso es una idea presuntuosa. 

Cada movimiento, da igual a donde nos lleve, a la infelicidad o a la muerte o incluso a la guerra, es un movimiento del espíritu. Todos los que son arrastrados hacia él están al servicio de ese movimiento. También podemos decir que para ese movimiento ellos son como víctimas. En relación con esto imagínense lo que sucede en ustedes cuando también  ustedes van con el movimiento del espíritu. 

Cuando, por ejemplo, una madre que ha abortado un hijo reconoce eso que ha pasado, eso que ella ha hecho, como un movimiento del espíritu ¿puede ella entonces expiar? ¿No debe ella reconocer que asimismo ese niño es arrastrado por un movimiento, por un movimiento que es finalmente bueno? Entonces ella mira a ese movimiento y permanece quieta. Simplemente quieta. Entonces ella estará en sintonía con ese movimiento. Esto tiene para ella un efecto sanador. 

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